martes, 15 de abril de 2008

LAS TORRES DE SERRANOS

12 - las torres serranos Pasen, véanlo, recréense en él, pocas veces encontrarán mejor zaguán. Así pues, sobre el puente que vence al foso que las rodea, alcen la mirada hacía los torreones almenados. Bajo el arco de medio punto, les recomiendo que observen en su parte central, encima de la puerta, un lienzo ricamente adornado, repleto de adornos góticos cuyo ornato da realce y esplendor a la más importante entrada a nuestra ciudad. Fijen también su atención en el bordón que corre abrazando las dos torres, como también en el voladizo superior sostenido por los dentados canes de piedra, y que más tarde, cuando recorran su perímetro, podrán deleitarse contemplando una de las estampas más bellas de la ciudad con la cúpula del Museo de Pio V al fondo, y el puente de Serranos y Santa Mónica al frente.

Después de contemplarlas plácidamente, y antes de emprender la escalada hacía sus azoteas, disfruten del lugar viendo las Torres en la ocasión de un agradable descanso en la Plaza de los Fueros, a pie de la bizarra Puerta de Serranos, sentado en la terraza de un café allí existente, observándolas en toda su grandeza.

La Puerta de Serranos, situada bajo sus torres, era una de las doce entradas a Valencia y uno de sus ”portals grands”, el más importante de los que daban paso a la ciudad amurallada antes de su derribo, iniciado en el año 1865. Su nombre se debe, según unos, a que en su puerta daba punto final el camino por el que llegaban “los serranos”, las gentes que provenían de las tierras de Aragón, y en particular, las que habitaban por la serranía de Teruel. Los hay quienes opinan que su nombre se debe a que en sus inmediaciones tomaron asiento las familias llegadas de las tierras de Daroca, Teruel y Albarracín, las últimas que colaboraron con Jaime I en la Reconquista de Valencia.

Por decisión del órgano de gobierno de la ciudad, “los jurados”, institución creada por Jaime el Conquistador, se iniciaron las obras para la construcción de las torres en el año 1392, en el mismo lugar donde estuvo situado un pórtico perteneciente a la muralla musulmana. Su ejecución corrió a cargo de la junta de “murs y valls”, institución encargada del cuidado de los canales abiertos en la ciudad, y también de la muralla cristiana mandada construir por Pedro el Ceremonioso. De la dirección de la obra de las torres y hasta su finalización en 1398, se cuidó el cantero Pere Balaguer, quien también participaba en la ejecución de la torre del Miguelete, adjunta a la Catedral e iniciada unos años antes.

Cuando se quemó la cárcel de la ciudad situada junto a la Casa Consistorial en la Calle de Caballeros (1585), se decidió habilitar las Torres de Serranos como lugar de presidio, así como otros edificios, siendo uno de ellos el de las Torres de Quart. El nuevo uso de las Torres de Serranos obligó a la necesaria transformación. Todos los arcos de su parte trasera fueron cegados y sus estancias abovedadas sirvieron como centro de reclusión para los incumplidores de la Ley. Y cada una de ellas tuvo un nombre, cuya identidad servía para el control de los presos y determinar el lugar que les correspondía según su edad, sexo y el tipo de delito cometido. En la torre izquierda habían tres pisos, cada uno con su nombre: Cañeta, Iglesia, y Peñón; y en la torre derecha cuatro: Cubo, Comuna, Calabozos y San Vicente. Mientras que en el cuerpo central de tres alturas existían las dependencias conocidas como Campana, Enfermería y en la más alta, Chicos.

Las Torres de Serranos continuaron como cárcel hasta el año 1888 y una vez cumplida esta misión, sus cinco arcos ojivales fueron otra vez descubiertos en un proceso restaurador que duro hasta el año 1914.

Es de destacar la discreta campana de bronce existente junto las dovelas que dan a la Plaza de los Fueros e incrustada en sus paredes, cuyo origen se remonta a 1363. Año en que fue instalada en la anterior torre allí existente y traída de la Iglesia de San Antonio Abad, situada en las afueras de la ciudad, en la actual Calle de Sagunto, para toque de alarma en la “guerra de los dos Pedros”. Construidas las nuevas torres, la campana ocupó el sitio que vemos en la actualidad, y en los años de cárcel fue utilizada como aviso a los vecinos cuando había presos en fuga, que por lo visto lo era con frecuencia. Hoy la vemos sin badajo, muda y desdentada, como consecuencia de la invasión napoleónica, víctima de la metralla del mariscal Moncey.

En la actualidad y después de una reciente restauración, contemplamos a las Torres de Serranos en todo su esplendor, tal y como estaban concebidas en el momento de su construcción, sin bien no con la intención defensiva de entonces, pero sí con la belleza, ornato y carácter suntuoso que sus creadores quisieron otorgar a la que pretendieron entonces que fuera la puerta más bella, tal y como correspondía a la importancia de Valencia. Lo que actuó como el más eficaz presagio: el zaguán que en los próximos años iba a ser el de la ciudad más importante de la Corona de Aragón, en medio de una gran bonanza económica, y en los inicios del Siglo de Oro de la Lengua Valenciana: su momento de mayor esplendor cultural, desgraciadamente no reconocido en la actualidad por los que prefieren ningunearla.

Finalmente, les aconsejo nada mejor que volver a recrearse sentado frente a los ojos ojivales del más cultural de los emblemas de la ciudad del Turia, a cuyos pies, el viejo cauce rubrica los últimos siete siglos de nuestra historia.