miércoles, 27 de julio de 2011

LA PLAZA DE LOS PINAZO

49 - La Plaza de los Pinazo_rincon

Nada más agradable para las tardes de bochorno estival, erigido en implacable dueño de nuestras calles, que encontrar un lugar agradable en brisas bajo el ramaje de unas moreras que en su permanente cimbreo nos indican el lugar donde refugiarse. Es pues un “rincón” de suaves vientos que agradece el caminante y en el que se aísla y se reconforta por un instante del bullicio en su rededor. Tráfago que reina en una plaza que tras sus últimas transformaciones se ha convertido en uno de los puntos más comerciales de la ciudad, al igual, que resulta ser un espacio de reunión donde acudir a una cita ocasional o de acostumbrado encuentro, al igual que sirve de tranquilo relax en una tarde dominical.

Corresponde a la Plaza de los Pinazo, la que tiene la singularidad que bajo sus cuatro moreras junto a unos macetones de laurel que la adornan, sitos en el centro de la misma y reposando en sus bancos, el céfiro y sus caricias nos indican la agradable diferencia existentes entre un punto y otro de nuestro rincón, a pesar de su no muy grande extensión y en una confluencia de calles que lo originan. Bajo la arboleda se encuentra su agradable estancia cual regalo para quien busca el solaz de la tarde tras su callejeo por tan céntrica zona.

Antigua Plaza del Picadero hasta 1912 (debido a la existencia de un lugar donde se guardaban los caballos a espaldas de la plaza y junto al edificio desaparecido de “las Coronas”), pasó a llamarse entonces Plaza del Pintor Pinazo en homenaje al famoso pintor valenciano, para finalmente ser conocida como “de Los Pinazos” en recuerdo del pintor y también de su hijo, quien fuera el autor de la escultura sedente de su padre situada junto a la Audiencia en un pequeño y próximo jardincillo de la calle Colón.

Rincón el nuestro de gran importancia histórica por ser el lugar por donde discurría la muralla cristiana (mandada construir por Pedro el Ceremonioso en 1365 como cerco defensivo para la ciudad y destruida en 1865 en época de Isabel II a instancias del Gobernador Civil, Cirilo Amorós, por la crisis de la seda) como lo indica la presencia de su basamento, justo en el sitio donde se encontraba uno de los “portals chics”, la que fuera Puerta de los Judíos cuya pequeña amplitud de escasos tres metros se muestra al curioso observador tras afortunada excavación, cual testigo de su existencia. Debe su nombre a su proximidad a la judería valenciana, al igual que su cementerio situado en torno a la actual calle de Juan de Austria que desemboca en nuestra plaza.

Lo que supuso el fin de la industria sedera dejó a muchos valencianos en paro, por lo que se aconsejó su derribo para procurar trabajo, así como la necesidad de abrirse la ciudad. Ello dio lugar a la ronda de Valencia, así como al primer proyecto de ensanche en la ciudad a partir de la Calle de Colón que ladea nuestro rincón.

Así pues, es más bien un “rincón de brisas” el que ofrece su alivio al paseante, bajo unas moreras que rememoran la importante industria sedera que hasta finales del siglo XIX dio justa fama a la ciudad con miles de familias que se dedicaban a su elaboración en los talleres de sus casas.

La boca del metro urbano, seña de modernidad, se funde con una de las puertas de la muralla cristiana uniéndose de tal guisa y en un palmo de terreno, el pasado y el presente de la ciudad en una plaza de gran actividad comercial, pero con la permanente brisa que se nos ofrece bajo el “rincón” de una pequeña arboleda que alivia el sopor del estío.